Aunque siempre que he ido a Japón he intentado viajar hasta Kyushu para visitar a antiguos amigos y maestros, solo en mi cuarta visita a Kumamoto pude conocer finalmente la cueva de Reigando y el templo Unganzen-ji gracias a Shigematsu sensei. Cuando estuvimos allí me contó sobre la tradición budista de las 500 estatuas rakan que están próximos a la cueva observándote desde sus laderas rocosas. Los rakan son discípulos que tras la muerte de Buda alcanzaron la iluminación y reunieron las enseñanzas de su maestro en el Tripitaka. Allí quedaron esculpidos por encargo de un rico comerciante para siempre y algún robo, terremoto y el propio paso del tiempo han hecho desaparecer y estropearse muchas de ellas.
Sus rostros expresan según la tradición todas las personalidades del ser humano, un rostro que reconocerás si te fijas con detenimiento y quien sabe si el tuyo propio. Siempre hay alguno con el que te identificas de gesto agradecido, placido, afable,... aunque también otros con los que quedan reflejadas tus sombras. Quizás los propios pecados capitales contra los que se enfrenta el budoka, en definitiva, el propio ser humano: la frustración que conduce a la ira, incapacidad que provoca soberbia, manipulación provocada por la pereza, la mentira provocada por la envidia, el ego alentado por la avaricia.
Musashi Genshin se retiró aquí para una mejor comprensión de la estrategia en el combate y quien sabe si para dar luz a una vida llena de sombras.
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